Hijos carísimos: En la primitiva Iglesia la oración iba siempre unida a la penitencia.
Te hablaré de la penitencia en las primeras etapas de mi vida y de quiénes fueron los que me adentraron en estas prácticas piadosas que tanto bien hicieron en mi alma.
Durante los primeros años de mi vida me sentí muy protegida por Dios. Esa chispa que el Eterno había encendido en mi corazón me inflamaba el alma, y de tal manera me sentía invadida por Él que, casi inconscientemente, volvía mis pequeños ojos al cielo, un cielo a veces tan próximo que me envolvía amorosamente, “me arropaba con su luz esplendorosa como un manto”69.
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